En la primera parte traté de la confianza en los demás. Ahora hablaré sobre la confianza en uno mismo: la confianza propiaentendida como la convicción sobre nuestras capacidades y cualidades.
Esta es una confianza que se consigue a medida que constatamos nuestra aptitud en las tareas que realizamos y logramos habilidad relacionándonos bien con los demás. Es por tanto, un sentimiento interior que podemos desarrollar. Para ello ya vimos que la infancia es una etapa trascendental, en particular, la relación con los padres. Ese vínculo paterno-filial nos tiene que reportar seguridad y atención y eso se obtiene sintiendo que nos aman. A lo largo de nuestra vida, aunque necesitemos ser escuchados, respetados y valorados -saber y sentir que se cree en nosotros y en nuestras capacidades- tenemos que saber que la confianza es algo que hay que desarrollar continuamente. Para ello es fundamental actuar y relacionarnos con los demás empleando paciencia, cuidando las formas y las acciones y, siendo siempre conscientes de nuestras limitaciones. Para sentir que los demás confían y creen en nosotros, es esencial que primero lo hagamos en nosotros mismos.
Confianza en nosotros mismos
Si no gozamos de equilibrio interior, es difícil sentirnos confiados y confiar en los demás. Es importante recibir el reconocimiento de los demás porque nos ayuda y anima. Sin embargo, lo importante es hacer las cosas con el corazón y porque realmente las deseamos: confiadamente. Nunca actuar por proyectar una imagen hacia los demás o pensando en el qué dirán o en obtener su aprobación. Si realmente no hacemos las cosas con convencimiento nos estaremos engañando, traicionando nuestra propia confianza y a la postre, la del resto. Actuando sin confianza en nosotros mismos esa misma confianza se ve disminuida y a través de ella nuestra autoestima. Para disfrutar de buena autoestima debemos estar convencidos de que la vida que llevamos está acorde con lo que sentimos y queremos.
Las relaciones hay que cuidarlas o descartarlas
Es nuestra responsabilidad seleccionar y cuidar a las personas con las que nos relacionamos y, algo muy importante, apartarnos de las que nos dañan y con su actitud lastiman nuestra confianza y autoestima.
Para que exista una relación sincera es imprescindible que exista confianza. Depende pues de nosotros generar confianza como punto de arranque y garantía de la buena salud de nuestras relaciones. Esto nos permitirá abrirnos a los demás, y relacionarnos con ellos sinceramente. La confianza es imprescindible para que las relaciones -amorosas, familiares o amistosas- sean un verdadero encuentro sereno y positivo que nos enriquezca como personas con equilibrio, armonía y autenticidad.
En consecuencia, confiar es abrir la puerta para poder recorrer el camino de nuestra vida de manera más sosegada. Es la esperanzay la ilusión con la que debe moverse todo ser humano que quiera sentirse bien dando sentido y proyecto a su vida.
Quien no goza de confianza en sí mismo, posterga las decisiones, demora continuamente la resolución de los asuntos pendientes, va dejando por el camino cosas sin hacer y mantiene una actitud de parálisis. Así, pone de manifiesto para sí y para los demás, que es una persona en quien no se puede confiar.
Cuestión de honestidad
Al ser tan necesario que sea verdadera, la confianza no puede ser ciega sino que ha de sustentarse en el conocimiento personal. Un conocimiento sobre nuestras posibilidades y limitaciones que ha de ser honesto, sincero y sin falsas expectativas.
Si no somos honestos con nosotros mismos, al final tenderemos a infravalorarnos y nuestra autoestima se verá afectada. Nos volveremos pesimistas, viviremos sin entusiasmo, dudaremos continuamente y seremos poco asertivos. Se complicará nuestra convivencia y nos condenaremos a una cierta invisibilidad socialque terminará minando nuestro ánimo. Sin confianza personal propia se tiende a ser una persona dependiente que otorga autoridad sobre su vida a quienes creemos superiores o simplemente a depender de aquellos que creemos saben mejor lo que necesitamos.
Una forma para conocer si nuestra confianza está dañada es analizar nuestras dudas, esas que nos asaltan sobre cómo llevar a cabo algo. Qué hacer en un determinado momento o qué sentimos sobre los demás. Desconfiando de uno mismo y de los demás, nos precipitamos hacia una visión negativa de todo y de todos. Nos bloqueamos y tendremos tendencia a querer controlar las circunstancias y las relaciones sociales. La falta de confianza provoca que se adopten imprudentemente decisiones o se rechace asumir riesgos del acontecer cotidiano. De esa manera dejamos de aprender, de experimentar y en definitiva, de vivir la vida.
6 pasos para desarrollar confianza:
1. Conocernos a nosotros mismos lo mejor posible: ser conscientes de nuestras limitaciones e intentar superarlas.
2. Ser activos y no tener miedo a actuar: opinar, elegir, comprometernos con nosotros mismos, los demás y la vida en general siendo capaces de asumir riesgos con prudencia y sensatez.
3. Valorar nuestras capacidades y posibilidades: aplicarlas y sentirnos contentos por poseerlas.
4. Iniciar y mantener relaciones de calidad: donde la comunicación abierta, positiva y sincera sea una constante y un objetivo.
5. Dejar de lado la tensión, el sufrimiento y el control continuo: de las personas y las circunstancias.
6. Ser naturales y espontáneos actuando con el corazón:permitir mostrarnos a los demás transparentes y auténticos, pero siempre respetuosos.
Y para acabar una frase de Emerson:
“La confianza en sí mismo es el primer secreto del éxito”