Marta, 41 años, casada con Jose. Tres hijos de 16, 14 y 11. Dos niñas mayores y el peque.
Jose, su marido trabaja de comercial. Ella en una oficina de secretaria. Viven en la misma casa, desde que nació el mayor. Con una hipoteca todavía por 14 años. Sus hijos, un caos constante, por su reacciones, sus hormonas y sus habitaciones…
Jose, como buen comercial a lo suyo y todo el día fuera de casa. Eso cuando no se va de convención. Además el jefe de Marta cada año más pesado. Su perfeccionismo tiquismiquis y su dependencia de Marta la saturan. Siempre tiene un “pero”. Marta se siente atrapada en una vida que cada día le gusta menos. Le falta el aire. No hace nada por ella ni para ella. No tiene tiempo de quedar con sus amigas; no puede ir al gym (la celulitis siempre a raya, se le está sublevando); las conversaciones con Jose, ya no son lo que eran. Los niños a los que se dedicaba en cuerpo y alma, a su bola.
Marta se siente como un mueble al servicio de todos. Aquí meto esto en “tu cajón”, aquí apoyo lo otro; ahora te aparto y te pongo en el rincón.
¿Y esto por qué y hasta cuándo?
- ¡Me tenéis hasta el moño todos!
¡Ah, y sus padres! Que se habían quedado atrás. Mamá y papá, también reclaman más. Más atención, más comprensión, más dedicación…
Hasta el perro, Fénix, si no lo saca ella a hacer pis, se lo hace en el salón… que por supuesto, debe fregar ella.
¡¡¡Ahhhhh!!! Y las dichosas hormonas. Sí, las hormonas. Esos sofocos que la asaltan en medio de la noche y que la desquiciaban hasta saltar de la cama...
Marta necesitaba tomar el control de su propia vida ya que creía que lo estaba perdiendo. Así que decidió que tenía que empezar a hacer pequeños cambios en su rutina diaria. Decidió que se merecía tiempo para ella.
Así fue como Marta nos encontró, le salió un anuncio en el preciso momento en que lo necesitaba, como a ti. Poco a poco, Marta gracias al método power personal comenzó a sentirse más empoderada y segura de sí misma. Empezó a decir "no" a las cosas que no quería hacer y a hacer lo que realmente le apasionaba. Comenzó a recuperar su independencia, equilibrio y bienestar personal.
Sus hijos adolescentes se dieron cuenta de que su madre estaba más feliz y relajada, su marido comenzó a prestarle más atención y su jefe comenzó a valorar su trabajo de una manera diferente. Marta se dio cuenta de que había encontrado su libertad y que había recuperado el control de su vida.
Si te sientes atrapada en una vida que no te pertenece, recuerda que como Marta y como tú, somos muchas y que puedes salir de ahí.
Sí, hay salida. Hay una forma y yo, cómo a Marta, puedo ayudarte a lograrlo.